sábado, 4 de agosto de 2012

Me siento incómoda hablando de Dios.
Es un tanto inexplicable. No es que no creo, pero tampoco creo ciegamente.
Si existe, existe. Si no existe, no existe.
Me siento ajena a él. No espero nada y tal vez, por eso, no espere nada de mi.
Pero me incomoda que me hablen de él, de los sacramentos, los pecados, el perdón y la confianza ciega.
El fanatismo freak de ciertas religiones; las personas que mienten, cagan a otros y son los primeros en ir a misa los domingos.
Lo retrógada que puede llegar a ser la Iglesia; el Vaticano; el machismo de la biblia y las contradicciones de la misma; las personas que intentan convertirme; los que leyeron Mateo y otros apóstoles, y ni se dignaron a leer un poquito más allá...
La explicación de todo esto, las personas que tratan de refutarme...

[Y si lo logran, qué? No me van hacer una cristiana modelo.]