jueves, 29 de septiembre de 2011

Demasiados pensamientos precipitados.

La presión, la preocupación...Se acumulan en mi espalda. Duelen.

Duele caminar sintiendo las miradas del resto cual apuñaladas, cual reproches.
Duele caminar con la cabeza baja, tratando de esquivarlas.

Es en esos momentos de debilidad en los que me dejo abatir. Me dejo llevar y me vuelvo como el resto. 

Desarmé las coletas que tenía a cada lado. Las miradas de reproche se transformaron en miradas vacías, de cotidianidad.

Me sentí mejor, pero el dolor continuaba. Cada vez era más difícil caminar. 


Por mí, el mundo podía ignorarme; pero vos, por favor, no me dejes.