lunes, 17 de mayo de 2010

Hoy, todo el día estuve autoflagelándome con mis propios pensamientos.
No hay nada más dañino para mi misma que mis propias críticas.

No sé si debería guardar luto, o si simplemente es un descaro de mi parte.

Pero a pesar de todo puedo comprender un poco de lo que sienten.
Y sufro.

Sufro el hecho de ser única en el universo. De comprender esos sentimientos razonablemente incomprensibles que tanto había leído y escuchado, pero nunca sentido.

Por ser única, no habrá nadie que comprenda lo que siento. No podré compartir mis sentimientos con nadie.
Y el ser única e irrepetible en el universo, incluye que aunque yo sea yo, si cambio no podré volver a entender lo que siento. Por cada vez que cambie, que crezca, que modifique mi manera de pensar y ver el mundo, pasaré a ser una nueva persona diferente a la que era anteriormente: una nueva persona única e irrepetible en el universo.

Y seguramente que de aquí a, quien sabe, 2 semanas, un mes, 2 años, seguramente no entenderé mis sentimientos.
Dejaré de sentirlos.

No como ellos...ellos que realmente comprenden el valor de la palabra muerte y asumen solitariamente su tristeza.
Tristeza es saber que su ausencia será eterna.
Tristeza es saber que no podrán hablar nunca más con él, no podrán escuchar su voz, ni ver su sonrisa.

Tristeza es vivir del recuerdo. Aquel recuerdo que se gasta con el uso, y se olvida con el tiempo.

Pero, todo esto que yo siento, no tiene nombre.

Algunos le dicen estupidez humana. Otros, depresión.

Yo prefiero decirle culpa.